sábado, 9 de enero de 2010

Día 3: Estabilidad


Jamas pensaría que me sentiría tan bien dentro de lo estable. He de confesar que jamás lo fui; ni en estados de humor, ni mucho menos en el amor. Pero creo que cuando llega la persona indicada, todos esos miedos a la estabilidad, a lo seguro, a las relaciones (por viejas experiencias) terminan.
Lo nuestro; y tu bien lo sabes; llegó como lo hacen los grandes amores; sin esperarlo. Nuestra historia, porque ya tenemos historia; ha sido la más bonita y difícil que he tenido nunca. Un juego lleva a un tonteo y un tonteo lleva a enamorarse. Cuando me quise dar cuenta estaba tumbada frente a ella, escuchando "Agua" y pensando si esa cosita que sentía era amor.
El tiempo le dió la razón al corazón y con una canto en los dientes a mi manía de pensar tanto las cosas. Porque otra de mis magníficas cualidades es pensar mil veces antes de actuar. Mientras que ella insistías en que me dejara llevar, yo necesitaba buscar una explicación a esto que sentia. No entendía porque me enamoraba de alguien de la que jamás pensé enamorarme. Sabes bien que me negué el quererte, pero aun así todo fue inutil.
Llegó a mi vida cuando estaba vacía y la llenó con su sonrisa. Ahora se lo que es amar, y comprendo el significado de ser feliz. Con ella he aprendido a no sentir miedo; porque se que me protegerá, a decir Te quiero, porque se que me responderá y a dejarme llevar, porque será de su mano. Y de su mano quiero ir caminando eternamente, porque ahora se que el amor existe, que la felicidad es posible y que el mundo es un poco menos horrible porque ella esta en él; y a mi lado.
A pesar de mis antiguos miedos, de mi fobia al compromiso; por fin he conseguido sentirme agusto con una persona que me llena por completo, que alega mis días y mis noches, y que me hace feliz con tan sólo una caricia.

A ti (L)

"Porque quien encontró el amor no lo buscaba tanto"

miércoles, 6 de enero de 2010

Día 2: Sin sentido

Si, mis años de adolescente, como los de todo el mundo, creo; fueron un sin sentido total. A mis trece años llevaba una vida académica impecable; una vida social aceptable y una relación de a penas unos meses. Jamás me cansaré de decir que las relaciones de parejas no deberían estar permitidas hasta las veinte años por lo menos. Con esa edad tienes consciencia de lo que haces, de quien eres y de lo que quiere; cosa que con trece no. Pero claro, como buena adolescente rebelde, gusta lo prihibido.
Dicha relación siguió a lo largo de los años, con sus más y sus muchos menos. Hasta que a los diecinueve años, consciente ya de lo que hacía, lo que era y lo que quería, me di cuenta de que nada de lo anterior coincidía con lo que tenía en aquel entonces.
Mientras tanto, entre los trece y los diecinueve años; en ese paso de adolescencia a juventud; a parte de la relación, llevaba una vida normal, como la de toda persona normal, sin saber aun que es lo que se entiende por normal. Los estudios avanzaban rapidísimo, al igual que los años. Siempre he tenido cuenta de los años por los cursos académicos. Los momentos que recordaba los asociaba a los años exactos gracias a los cursos, por eso no se que va a pasar con mi relación temporal cuando termine la carrera.
Había pasado por el bachiller y había entrado en la facultad. Comenzaba una nueva vida, un lugar diferente, unos horarios totalmente cambiados y una compañía desconocida. A los dieciocho años pisé por primera vez la facultad para dar mi primera clase universitaria. No conocía a nadie, estaba totalmente perdida, no sabía donde estaban las clases, subía y bajaba por escaleras diferentes (hasta que descubrí que ambas llevaban a las mismas plantas, solo que a un lado o a otro ¬¬') y empecé a odiar los asientos de las clases; el dolor de espaldas que dejan es insoportable. Al cabo de unos días el tabaco dejó de ser mi único amigo. Conocí en persona a una chica con la que había estado hablando a través de la página de la facultad, y junto con ella a tres chicas más y a algún que otro chico. Mi vida universitaria comenzaba a lo grande: barriladas, salidas, fiestas y un largo etcétera. Era un modo de vida distinto, alejado de la monotonía y contrario a una relación estable.
A los seis meses de estar en la universidad, decidí con mucho dolor abandonar una relación que no llevaría a nada; esa relación que era un sin sentido. Tras seis años, la persona que más había compartido conmigo, la que me había acompañado en todo momento, la que me había hecho sonreir y llorar, debía abandonar mi vida para siempre. La decisión no fue nada fácil, pero sí necesaria. Aquella locura terminaba con un final amargo, con cariño pero rencor, con amor pero también odio, con deseo pero desencanto. Ahora es cuando mi vida cambiaba, cuando en realidad las cosas serían distintas; ahora es cuando decidiría que mi vida era sólo mía y comprendería que era yo la que debía tomar las riendas.

"Y hoy analizo el pasado.
Ya estoy cansada, no quiero odiarte más.
Te puedo jurar que ya te he perdonado,
que hoy sólo me duele mi amor maltratado"

lunes, 4 de enero de 2010

Día 1: El comienzo


Se dice que los recuerdos que habitan en la memoria mantienen vivos aquellos momentos acaecidos, personas queridas y años de felicidad. En mí no existe un solo recuerdo de mi infancia, tan sólo alguna imagen perdida de ciertos momentos insulsos, de mis cuatro o seis años. Mi memoria guarda momentos a partir de los diez años, por lo que se podría decir que tiene una edad de once años mientras que mi anatomía tiene veintiuno. Puede darse el caso de que a modo de protección, mi mente haya borrado de ella esos recuerdos que puedan dañarme, incluyendo en ese borrado a ciertas personas.
Mi vida comienza en 1999 o puede que unos meses antes. -Mi hermana me viste para ir a ver a mi madre. Mi padre llega y dice que el atuendo que llevo no es el más apropiado. Mi hermana pregunta el porqué y él responde que me ponga de negro.
-Estoy en un hospital, rodeada de familiares que lloran. Yo me dirijo a la cafetería y me tomo una tila (todavía no se porqué me hicieron tomar ese líquido tan asqueroso, no estaba nerviosa). Después me dirijo a casa y duermo hasta la mañana siguiente, cuando me levantan temprano para llevarme a la casa de una señora que he visto dos veces en mi vida. Me quedo allí hasta la noche, cuando viene mi tía a recogerme.
- Me dirijo a Sevilla con mi padre. Pasamos a recoger a una mujer (un horror, para qué engañarnos). Vamos al cine, veo el estreno de Bichos. Cenamos en Mcdonalds y regreso a casa.
-Son las siete de la mañana y me levanto apresurada para ir a la peluquería. Es el día de mi comunión y estoy muy nerviosa (ahora es cuando me haría falta una tila). Llegamos a las iglesia tras horas de preparación, me encuentro con mis compañeros y el ambiente se tranquiliza. Me dan la primera comunión después de casi una hora de misa, y creo que voy a morir. Esa cosa pastosa se acopla en mi garganta y no quiere bajar. Después de varias arcadas a escondidas para no salir casi potando en el video, logro tragarmela y respiro por fin. Pasado el momento de fotos absurdas que después quemarás por lo gorda que sales, nos dirigimos a la celebración, y yo ansío los regalos. El día se termina y llego a casa cargada de cosas que tiraría de buena gana, muñecas de porcelana a las que tengo fobia (si, tendría que haberlo dicho en vez de: ¡que bonita!), y una cámara polaroid, el mejor regalo, aunque después me joderían la vida cuando decidieran dejar de fabricar los carretes.
- Estamos a finales de 1999, estoy en una iglesia. Se celebra el aniversario de muerte (jamás entenderé porqué se celebran los años que hace que la gente se murió). Nos dirigimos al cementerio y colocamos flores. Un día divertido sin duda.

Los recuerdos siguientes se remontan a los trece años, un salto brusco que he de procesar. Mi inspiracion comienza a desvanecerse y mi cerebro no esta dispuesto a recordar mucho más.

A ser felices ^^